SINOPSIS: Lisa persigue a un autobús para preguntarle al chófer dónde se compró el sombrero vaquero que lleva. El chófer se distrae y se salta un semáforo en rojo.

No pretendo comparar ambas películas. La primera es una película coral, la segunda se centra más en un protagonista. Pero sí viene bien señalar que, cuando se juega con una duración tan larga, más tratándose de un drama, es preciso una fuerza arrolladora para mantener la atención del público.
Margaret empieza bien, con una secuencia de brutalidad imponente. Una Allison Janney casi irreconocible entre tanta sangre y ruido, firma el paso de la adolescencia a la madurez de la adolescente Lisa, protagonista de la historia.
Anna Paquin encarna a esta chica que culpa de sus tonterías al hecho de ser rica judía. Cuando, en realidad, es culpa de una profunda inmadurez de la que no quiere salir. La experiencia de la muerte, la culpa, el arrepentimiento, el intento de hacer algo para compensar la pérdida de una vida, le llevará por derroteros unas pocas veces cuerdos y otras bastante demenciales.
Tras el impacto inicial, la búsqueda de redención de Lisa se presenta, más que nada, como una sucesión de escenas redundantes que logra avanzar a trompicones hacia su objetivo final. Y hay cosas buenas. Bastantes. Pero encerradas en mucho envoltorio de relleno que resulta tedioso con frecuencia. Le sobra la cámara lenta (qué manía el uso de la cámara lenta en películas lentas), le sobran los minutos filmando edificios, le sobran los insertos del ballet y otros anecdotarios espurios que debieron olvidarse del montaje original y que no aportan nada, le sobran repeticiones con las obras teatrales de la madre.
A salvar los escollos ayuda un reparto de secundarios muy conocido: Matt Damon, Jean Reno, Mark Ruffalo, Olivia Thirlby, Matthew Broderick... Pero son personajes sin alma que permanecen desconocidos, simples herramientas en manos de Lisa.
Margaret, el título de la película, procede de un poema de Gerard Manley Hopkins. Esa leve conexión es la esencia de la película, lo que despierta en Lisa el único aliento de corrección. Porque, ciertamente, no se puede decir que los adultos que la rodean sean los mejores consejeros del mundo, apostando todos por el camino fácil, tratando de evadirse de la responsabilidad.
Lonergan construye una película a ratos interesante pero mucho menos profunda de lo que él cree. Ese final, la ópera como catarsis, es demasiado pretencioso, especialmente después de haber escuchado el discurso de Emily acerca de no dramatizar las cosas.
Lo mejor: El comienzo, verdaderamente impactante.
Lo peor: Los múltiples elementos repetitivos.
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