He aquí un ejemplo de película concebida casi
a modo de obra teatral, donde se ahonda en las turbulencias de las relaciones
entre personajes en detrimento de la vistosidad proporcionada por los cambios
de escenario. Hitchcock se cubre las espaldas con brillantes intérpretes en su
mayoría, que sobrellevan la carga dramática con destreza, arrastrando con ellos
al espectador con los nervios enquistados. Pero no es sólo este aspecto de la
película el que le otorga su gran calidad, sino también el esmero depositado en
la creación del espacio y su particular modo de filmación, a lo mejor
desapercibidos en un primer vistazo.
Se trata ésta de una historia asfixiante
sobre dos hombres, el uno, claro líder, y el otro, de mano más temblorosa, que se
embarcan en un asesinato casi aleatorio por el puro placer de ejercer su
condición de humanos superiores con capacidad de cometer el crimen perfecto,
recurrente obsesión de Alfred Hitchcock. Tal es el sadismo en el que se
regodean, que hasta convocan a una fiesta en la escena del crimen a los padres
de su víctima, algún amigo más y al propio muerto, de cuya tardanza todos se
extrañan a lo largo del transcurso de la velada. Pero a todo ello se le añade
la ironía macabra de que el asesinado es realmente el primer invitado en acudir
a la fiesta, puesto que su cadáver se encuentra oculto en un gran arcón en el
salón de la casa de sus homicidas, sobre el cual éstos disponen los aperitivos.
Es esta casa de la pareja protagonista el
único soporte arquitectónico de tan truculenta y absorbente trama. En realidad,
no se trata del apartamento neoyorkino en su integridad, sino casi exclusivamente
de su gran sala de estar, presidido por el ya mencionado arcón mortuorio. Este
salón presenta una arquitectura moderna que se encontraba en auge en los nuevos
rascacielos proyectados a principios del siglo pasado en Nueva York, con el
gran ventanal que inunda toda la estancia, combinado con vestigios decorativos
más barrocos en su mobiliario. Dicho vano vidriado con una ortogonal partición
de carpintería incluso sobresale hacia el exterior, permitiendo así la
integración de un prominente sofá de líneas sencillas en toda su extensión,
recurso también propio de la arquitectura moderna de la época. Este enorme
ventanal nos muestra el skyline de Nueva York, de modo que revela que los
protagonistas se encuentran en un apartamento a una altura considerable sobre
el suelo, oteando desde arriba como se desarrolla las mundanas vidas del resto de
sus semejantes, a su juicio, subordinados a ellos. De hecho, el único plano al exterior en toda la cinta, en los créditos iniciales, se trata de un plano picado. La gran
ventana también refleja el descaro con el que los presuntuosos protagonistas
llevan a cabo el crimen, a plena luz del día y con los ojos de la capital del
mundo abiertos a sus espaldas.
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Plano inicial picado al exterior |
En realidad, el “exterior” es un diorama
parte de un escenario en un estudio. El rodaje de la película en cuestión fue
algo más complicado de lo normal por su condición de experimental; Hitchcock la
utilizó como prueba del rodaje en una sola toma y a tiempo real. Sólo pudo
cumplir el segundo requisito, en cuanto a desarrollo del argumento, pero se las
ingenió para reducir el montaje posterior al mínimo y rodar con muy pocos
cortes, disimulados hábilmente al fundirlos en negro en las espaldas de los
actores… Los movimientos de la cámara fueron coordinados minuciosamente junto
con desplazamientos de muebles y paredes que importunaban el paso del aparto de
filmación. Tal y como se ha mencionado anteriormente, casi toda la acción
transcurre en ese gran salón, salvo por varias ocasiones donde la cámara gira
hacia la izquierda para que los espectadores podamos atisbar al homicida
protagonista guardar en un cajón de la cocina la soga mortífera en aras de su trastornada
prepotencia. La cámara, por lo tanto, permanece estática en el salón, sin seguir
al personaje fuera de la estancia, pero proporcionándonos la suficiente información para elaborar un
plano mental de la casa. La cámara sólo abandona el salón en el clímax final y
se dirige al hall de entrada, donde James Stewart se equivoca de
sombrero al marcharse…
Sin ánimos de estropear el suspense a quienes
no la hayan visto, es ésta, a mi juicio, una película altamente recomendable,
no sólo por su emplazamiento ni lo innovador de su filmación, sino también por
sus ingeniosos diálogos en apariencia intrascendentes pero con
alusiones veladas al crimen del que se ha hecho cómplices a los espectadores. Yo no pude más que permanecer anclada en mi sofá hasta el final.
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