El thriller ruso Sputnik habla de historia y política mediante el terror cinematográfico y social de su época
Movistar Plus sigue apostando por contenidos de diferente tipo y lo muestra su sección de Estrenos. Una de las ventajas que podemos encontrar en este sitio, como en la otra sección emblemática de Doc&Roll son propuestas que abarcan desde el documental hasta cintas un tanto bizarras por su temática. En definitiva, hay joyitas que son bastante disfrutables y que nos permiten conocer qué es lo que se está haciendo en otros países. En esta ocasión, hablamos de Rusia. Hace ya tiempo llegó una película que intentaba emular el estilo de Quentin Tarantino. Bajo presupuesto, un único escenario y mucha sangre envuelta por un relato enloquecido. Ahora, se estrena un producto titulado Sputnik.
¿Qué ingredientes caracterizan esta serie?
Thriller histórico-político, ciencia ficción y el mejor terror de serie b al más puro estilo americano. Sputnik nos hace viajar a la antigua Unión Soviética. Año 1983, en la república de Kazajstan. Un pastor que regresa con su rebaño de ovejas en medio de la noche, percibe unas extrañas luces a varios metros de distancia. El buen hombre se acerca con temor, porque no hay prácticamente signos de vida a su alrededor ya que se encuentra en pleno desierto. Cuando llega a la zona de las luces, ve que además hay fuego, restos metálicos esparcidos por el suelo y también un cadáver ensangrentado.

Todo parece indicar que ha habido un terrible accidente. El pastor apunta con su linterna el rastro de sangre que sale del cadáver, vestido además como si fuera un cosmonauta, apoyado en lo que parece ser una cabina presurizada hecha pedazos. A su lado, escucha unos terribles sonidos guturales. La luz muestra una auténtica escena de horror sacada de las peores pesadillas. Otro hombre vestido como un cosmonauta, pero este muestra su rostro blanco, con la boca llena de sangre y… de carne humana.
El relato da un salto hacia un centro médico, donde se nos presenta a la protagonista, la doctora Tatiana Urievna (Oksana Akinshina), una joven neuropsiquiatra contratada por un miembro del Estado Mayor del gobierno para investigar el extraño incidente de los astronautas. Tatiana, sin saberlo, se verá sumergida en los tentáculos del comunismo, en una terrible conspiración que amenaza no solo a su país, sino al mundo entero. Especialmente cuando comprenda que el joven Sergevich, no regresó solo de su misión espacial. Alguien o algo, vino con él.
Sputnik refleja la esencia de la sociedad soviética del momento
Una premisa argumental que nos es familiar sirve de marco a un relato en el que lo más importante no es la profundidad del texto, sino el cómo las páginas del guion son interpretadas y reflejadas en su forma con la cámara. Desde luego que las vicisitudes del extraterrestre tienen una parte fundamental en esta historia, pero lo más importante es precisamente la elegancia de su puesta en escena. Cómo la cámara nos sumerge en lo que debía de ser la atmósfera opresiva, oscura, grisácea de esa Unión Soviética donde todo ciudadano es sospechoso de intentar ser libre.

El director Egor Abramenko refleja perfectamente ese ambiente de espionaje particular, de esas miradas de reojo, los diálogos marcados por las trampas dialécticas continuas para intentar pillar a tu interlocutor en una expresión que pueda sonar antisoviética. Y de telón se encuentra ese ser de otra galaxia que actúa como un auténtico tumor maligno, que puede servir a su vez de metáfora de lo que fue el comunismo, una especie de cáncer que envenenó al ser humano causando millones de muertes en todo el mundo.
Sputnik es una propuesta que encierra más cosas de las que puede aparentar y no dejará indiferente a nadie.
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