‘Candyman’: La historia se repite

Llega a los cines la secuela de Candyman, apadrinada esta vez por Jordan Peele. Una película incómoda pero necesaria por el reflejo racial tan tristemente actual que ofrece

En Candyman, Bernard Rose trasladaba la pesadilla clasista de Clive Barker al miedo por el que es distinto por su color de piel, confiriendo al relato original un carácter de crítica racial del que carecía totalmente. Podría decirse que Rose mejoraba el material de base. Exprimía al máximo las posibilidades de uno de los relatos más célebres, que no precisamente el mejor, del escritor de Liverpool, llevándolo a un terreno totalmente distinto, más sugerente y atractivo, a la vez que le daba al personaje que le daba título un carácter mitológico muchísimo más poderoso y amenazante, haciéndolo perdurable en el imaginario colectivo a través de cinco funestas palabras pronunciadas ante un espejo.

Si la nueva Candyman logrará o no trascender a sus referentes es algo que sólo el tiempo puede dictaminar. Pero lo que sí es cierto es que lleva el concepto a otro nivel, lo expande y le da una mayor cohesión, dando explicación y coherencia a algunos detalles que no estaban del todo claros en la primera entrega.

Absolutamente coherente y respetuosa

Y eso es precisamente de lo que más puede presumir esta secuela, de su coherencia y respeto hacia el original. Porque sí, es una secuela directa de la cinta de Rose, la abraza sin complejos pero sin caer en esquemas ya vistos. ¿Es necesario haber visto la Candyman de 1992 para entenderla? No, ya que la película está lo suficientemente bien explicada como para entenderla. Pero sí que tener en la mente la primera asegura una experiencia mucho más satisfactoria, sobre todo cuando el fanbase hace acto de presencia en todo su esplendor.

Yahya Abdul-Mateen II se enfrenta a Candyman. UNIVERSAL PICTURES SPAIN
Yahya Abdul-Mateen II se enfrenta a Candyman. UNIVERSAL PICTURES SPAIN

Pero incluso en ese detalle es coherente. No es nada complaciente con el espectador, no busca contentar al fan con una sobredosis de nostalgia. Es discreta en su ejecución, sin grandes alardes efectistas que podrán desconcertar y decepcionar a los aficionados al terror más visceral. Nia DaCosta hace un formidable trabajo en ese campo, amparada en un buen reparto y arropada por una envolvente banda sonora. No es terror al uso, y va dejando miguitas de pan diseminadas, que unidas conforman un cuento bien engarzado y repleto de detalles que llevan la idea a otro terreno. Atención a los créditos finales, que potencian más si cabe el carácter de cuento de la propuesta.

En su conjunto, Candyman no ofrece más que un mosaico de esa América de la era Trump que le costó la vida a George Floyd. ¿Panfletaria? Puede. ¿Incómoda por el papel del hombre blanco en la trama? Por supuesto, como todo buen espejo en el que ver reflejado lo peor de nosotros mismos. ¿Necesaria en su discurso racial, ya no sólo sobre la gentrificación? Siempre, como ya lo era el filme protagonizado por el inmortal Tony Todd.

Un testigo de una masacre de Candyman
El pequeño Billy, testigo de una masacre de Candyman. UNIVERSAL PICTURES SPAIN

Candyman no se esconde, no necesita hacerlo. Es hija orgullosa de su productor y también coguionista, Jordan Peele. Puede desconcertar e incluso molestar a quienes no conciban al personaje como un ángel vengador y un estandarte de la comunidad afroamericana. Pero ya todo eso estaba en la obra de Bernard Rose, que lamentablemente sigue siendo de actualidad. Porque la historia se repite, y nunca está de más volver a contarla. Por eso de que no se olvide con el paso del tiempo.

En resumen

Candyman ofrece una secuela coherente de la película de 1992, totalmente respetuosa con su referente y llevando y amplificando el concepto original para llevarlo a un terreno aún más atractivo, pero también incómodo. Nia DaCosta dirige con solvencia una cinta que no busca complacer a nadie, y que puede dar donde más duele a más de un espectador.

8

‘Candyman’: La historia se repite

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- Ingeniero de sistemas y software de profesión, cinéfago incurable de afición. Lo mismo te devora El Padrino que Payasos asesinos del espacio exterior o todo el cine de los 80 y de acción de los 90. Empezó en Locoporelcine hace más de quince años, y ahora... he is back!

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