Edgar Wright nos trae Última noche en el Soho, un thriller psicológico con dos estupendas Thomasin McKenzie y Tanya Taylor-Joy
Si algo ha demostrado la carrera de Edgar Wright hasta ahora, así transite entre la comedia zombi o apocalíptica, entre la psicodelia comiquera o las buddy movies, es que es un apasionado de los musicales. Su filmografía avanza al compás de la música, convertida en una protagonista primordial de sus películas. Baby Driver era hasta ahora el cénit de esta tendencia melómana, pero es ahora Última noche en el Soho –web oficial de la película-la que supone la confirmación definitiva de estos cuasi musicales que conforman la filmografía del cineasta de Poole.
Por supuesto, Última noche en el Soho no es un musical. Sí que su nueva propuesta evoluciona a ritmo de éxitos sesenteros, con The Kinks, Cilla Blank o The Who prestando sus reconocibles melodías a la trama, aportando vivacidad u oscuridad según convenga al ambiente de la escena en cuestión. Pero es un thriller psicológico que bascula entre el terror y el thriller psicológico, entre la pesadilla lisérgica y el slasher, con algo de Argento en su paleta de colores.
Ante todo, Última noche en el Soho es un viaje a los fantasmas del pasado con un toque de esquizofrenia, un juego de espejos que confunde realidad y ficción, sueños y vigilia entre dos personajes estupendamente encarnados por la penetrante mirada de Anya Taylor-Joy y la candidez de Thomasin McKenzie, secundadas por las portentosas presencias de dos clásicos como Terence Stamp y Diana Rigg.
Dos final girls en los suburbios londinenses

Si hay que ponerle un pero, ese sería su resolución final, que no tiene la magia de la primera hora y media, pero que en absoluto la lastra. Porque en su conjunto tiene una fuerza visual y sonora que confirman a Wright como auténtico esteta de la imagen y el sonido, un maestro en la fusión de géneros aparentemente disonantes y desacompasados, con un sentido del ritmo y el montaje que hace que sus propuestas se vean con agilidad y facilidad.
Y en última instancia, Última noche en el Soho no deja de presentarnos los suburbios londinenses como reflejo nada distorsionado de esa sociedad patriarcal normalizada, que desgraciadamente ha existido siempre y que se permite y tolera. Un espejo que rompe una final girl -o dos en este caso- erigida como valiente heroína en un sistema dispuesto a callarla para siempre. Lo que ocurre en el Soho, se queda en el Soho. Y no debería ser así. No debería.
En resumen…
Última noche en el Soho es la confirmación definitiva de ese mago de la imagen y el sonido que es Edgar Wright, un thriller psicológico que avanza a ritmo de la música para presentarnos a dos estupendísimas Thomasin McKenzie y Anya Taylor-Joy, enfrentadas a un juego de espejos deslumbrantemente montado y artísticamente atractivo.

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